Mi musa renace en otoño, y se viste de
fría niebla para susurrarme al oído promesas y sueños. Parece haberse recuperado
de su hastío vacacional y como el espíritu libre y caprichoso que siempre ha
demostrado ser, regresa cargada de ímpetu, moviendo mis manos al antojo de su
contoneo lascivo.
Su timidez la aleja de mí en el verano,
abochornada y vencida por la canícula estival, pero a ella siempre le ha
gustado que la acaricie con palabras, aunque a veces no signifiquen
absolutamente nada; y es por ello que siempre regresa, jugando con mis dedos hasta
que los versos que condensan sus aleteos provocan mis risas entrecortadas. Al
acabar el día descansa en mis brazos y se ofrece vencida cuartilla a cuartilla,
aun a sabiendas de que en mi egoísmo intentaré de nuevo hacerla mía para
siempre.
Pese a todo lo que encierra de
egoísta mi manera de actuar, ella no me guarda resentimiento, y se despierta
contenta, haciéndome olvidar la culpabilidad que siempre me provoca haberme
sido infiel conmigo mismo.
¡Qué bueno tenerte de nuevo por aquí! déjate embaucar por ella y deja que emborrache tus sentidos. Queremos leer los frutos de esa relación musa-autor. Besos
ResponderEliminarGracias, Bea. Es un poco como bailar a oscuras. Yo la escucho, y ella me guía, pero el ritmo y la melodía que ella me vá marcando se mezclan confusos a veces, y tropezamos con torpeza hasta que nos acompasamos en una misma pieza. Espero que con el tiempo resulte lo suficientemente armónica para ser compartida. Un beso!!
ResponderEliminarQue profundidade sinto você.
ResponderEliminarBjos mil.