domingo, 5 de agosto de 2012

Sobre luces de neón, luciérnagas, lombrices y sombras chinescas




Amor… Harta estoy de tus silencios. ¿Cuántas preguntas he de continuar haciéndome para que tú decidas contestarme? Ya no te reconozco, y el vacío que se ha hecho dueño de tu mirada me consume tan violentamente que todo me sabe a veneno.

Amor… Estoy tan empachada de promesas que  he dejado de confiar en las palabras, convirtiéndome muy a mi pesar en alguien muy distinto a quien quisiera. Ya no encuentro a nadie capaz de pronunciar tu nombre sin desprecio, y eso me entristece enormemente. ¿Dónde se queda ya el dolor cuando no tienes lágrimas suficientes para aplacarlo? Dudo que lo sepas, porque nunca te has molestado en dejar de vivir el amor en solitario. Tengo el alma tan reseca de pensar en ti que todo mi ser chirría como si fuésemos dos bisagras mal engrasadas. Estoy tan cansada de vivir en la penumbra que ya me había resignado a esperar noche tras noche tu regreso con la ilusión de quien lo ha perdido todo y ya no espera nada.

Amor… Quisiera que me dijeras en qué momento congeló la luna su sombra sobre ti, llenándote de esta oscuridad que te reclama cada vez con más violencia. Es tan cruenta esta zozobra de nadar entre las aguas del presente y del pasado que ya estoy agotada, y la tragedia de perderte para siempre está siendo vencida por la triste comicidad de aceptar que nunca te he tenido. Lo más duro de querer a quien no te quiere es asumir que quizás realmente nunca te ha querido.

Amor… (Si es que aún queda algún vestigio en tus entrañas) Lo más triste  que nos puede suceder es que tú también te alegres de perderme, pero en toda pareja hay alguien que entrega su amor y alguien que lo recibe; y a mí ya no me queda más que darte. He de admitir que me has dejado consumida entre el satén de mercadillo y la lujuria de un datafono que se ha convertido en acusador y testigo de una soledad que yo nunca he merecido. ¿Queda algo aún en ti de mí o todo se ha perdido?

Amor… ¿Cómo perdonar lo imperdonable? Solo los necios creen en la posibilidad de insuflar confianza en las promesas vacías; y lo hacen a sabiendas de que su inmerecido esfuerzo les dejará exhaustos para siempre. Yo ya no estoy dispuesta a dejar pasar más tiempo, malgastando tantas páginas en blanco.

En el fondo debería de sentirme agradecida, porque las luces de neón que te calientan jamás podrán llegar a iluminar la oscuridad que te rodea; y algún día te perdería igualmente confundido en la manada de alcoholizados perdedores que ahora llamas "tu familia". Tienes que saber que la sonrisa de una mujer no puede ser comprada llevándose la mano a la cartera; porque con ese miserable gesto aniquilas a una vida que se ofrece para ti en primicia; pero eso nunca importará a las lombrices como tú, tan egoístamente empeñados en monopolizar el amor que dejais desatendida la parte que menos os importa, la del corazón.

A todos vosotros os dedico mi más profundo desprecio, porque en el fondo no dejareis jamás de ser unos oscuros fantasmas pagafantas de carne de saldo y calderilla. No os merecéis ni tan solo uno de los minutos de nuestra ilusionada espera; porque dejais en nuestras camas vacías el hedor de unas pieles que han perdido la decencia, tatuadas con venéreas.

Antes te miraba y veía al hombre de mi vida; aquél que era capaz de hacerme sonreir como una tonta sin necesidad de palabras; pero ahora miro tu cuerpo desnudo y me pareces ya tan poca cosa que solamente veo un armazón de piel y huesos. En ese momento es cuando más segura estoy de que seré capaz de sobrevivir a este amor envenenado; que seré lo suficientemente fuerte para levantarme heroica, lamiéndome las heridas como una loba malherida; y en noches como ésta soy capaz al fin de prometerme que he de convertirme en tu sueño más recurrente, faltándote piernas y manos para suplicar mi regreso. El fulgor de mis pestañas habrá de ser resucitado; pero no será tu nombre el que pronuncie con anhelo; porque otro hombre rescatará mi sonrisa de la cárcel en la que ha permanecido prisionera; y mis venas dirán alegres que habrá merecido la pena el letargo de olvidarte noche a noche.

Ahora estoy preparada para irme, y cuando te diga adiós será para siempre; porque la luz que emana de tus pupilas proyecta sombras chinescas de posturas forzadas y alquiladas pelvis gimientes; y el pesado coro de plañideras que ahora entonan alegres sus plegarias no recordarán jamás siquiera el nombre del cadáver que han ocasionado sus oscuros ojos cargados de niebla. Es tan imperdonable tu pecado que mi anular se vé forzado a escapar despavorido de ese oscuro círculo de soledad y piel oscura, emigrando el corazón a una tierra de merecido gesto de desprecio. Tienes la mirada tan cargada de oscuridad que jamás volverás a iluminarme. Yo no puedo pagar el precio que tú exiges por amarte; porque pago tu desprecio con la vida misma, y ese es un precio demasiado elevado para mí. Solamente puedo decirte adiós y desearte suerte. Otro se quedará boquiabierto ante el majestuoso batir de alas que hasta hace poco te llenaba, agradecido de merecerse a una mujer como yo a su lado, algo impensable para un mierda como tú.