Desde mi tejado me siento seguro, a salvo de miradas; porque pese a estar desmorronado y con los aleros carcomidos no permite que le puedan las goteras. Tiene varias tejas canosas, víctimas del tiempo (o acaso fruto del alivio de palomas); pero aunque parezca envejecido se muestra orgullosamente erguido. Yo aún le creo digno de toda confianza.
Mi tejado ya no tiene antenas, ni cables que le empujen hacia el suelo, porque ha dejado ya de estar enfermo. Me ofrece consuelo, protección y todo eso.
Mi tejado se construye a sí mismo a diario, se regenera solo; vive ajeno al paso del tiempo.
Hoy el rocío le baña de nuevo. Parece que esté llorando. Puedo ver mi rostro en su reflejo.
Mi tejado apunta al cielo, es una antena receptora. Es todo mi universo. Es mi refugio, mi atalaya. Cuando la oscuridad me atemoriza ahí es adonde siempre vuelvo.
En mi tejado se han criado mis polluelos. Aquí tengo mi nido, mi despensa, mi casa, mi alimento...
No, no tiene barrotes, porque no los necesita. Es una suma de cuadrados infinita; y aunque a veces parezca una cárcel sin principio ni salida no es húmeda, ni da miedo... ni siquiera es fría.
Mi tejado es el refugio de mi corazón vagabundo, cansado de caminar sin rumbo. Es el sitio donde nace renovada mi mirada.
Es bonito tener un tejado, aunque solo sea eso , para poder refujiarse en el, lo malo es cuando no hay ni eso y la vida se convierte en un simple sobevivir. gracias.saludos cordiales
ResponderEliminarSiempre necesitamos un lugar en el que sentirnos a salvo de todo y de todos. Desde la altura se gana perspectiva. A mí me gusta retirarme de cuando en cuando a mi tejado particular. Desde allí siempre veo las cosas más claras. Un abrazo.
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