El amor es una ramera que se vuelve perezosa con el paso del tiempo. A
medida que se vá poblando de canas pierde toda su juvenil pasión,
conservando una aséptica formalidad basada en las buenas maneras. Se
apoya en un bastón endeble tejido con la tradición más costumbrista,
adoptando posturas en la mayor de las ocasiones extrañas e incómodas. En
esa fina barrera todos nos volvemos de repente contorsionistas a punto
de quebrarnos las espaldas a base de intentar mantener el equilibrio,
sin saber que nuestro empeño es tan absurdo e inútil como un amor de
adolescencia recuperado en la vejez.
No lo creía cuando he
sentido el impulso de llamarla. Ha sido algo complejo, demasiado íntimo
para poder explicarlo. En el fondo de una caja de zapatos vieja
sobrevivía arrugada mi primera carta de amor. Un amor adolescente y
cobarde, un amor que hasta hoy nunca había sido correspondido por mi
eterno miedo a sentirme rechazado. A esa carta habian seguido varios
cientos más, pero ella nunca lo sabrá, porque nunca tendré el valor
suficiente de confesárselo.
Ya lo creo... El amor es una ramera
que te pasa factura sin remedio. No lo creía posible cuando miraba su
foto y la encontraba tan atrayente y misteriosa como cuando éramos
niños. Ni tan siquiera podía sospecharlo cuando compartíamos atardeceres
enfundados en una extraña piel que ni tan siquiera nos pertenecía,
creyéndonos héroes. Nunca lo hubiese pensado, pero cuando al fin la tuve
entre mis brazos toda la lujuria se esfumó, y es que el amor que se
sustenta solamente a base de carne pierde su fiereza ante la visión
desconcertante de un pubis encanecido. En mi cama no estaba lo que yo
podía recordar de ella, sino una anciana abierta de piernas casi en la
tercera edad.
Desde entonces sobrevivo a golpe de viagra y
pastillas de colores, haciendo como que no siento alergia al poliéster
que me ofrecen en la calle prostitutas que se saben ya mi nombre y
apellidos, intentando recordar la manera de hacer sonreir a una mujer
sin llevarme la mano a la cartera.
No hay nada más triste que una carta de amor escrita desde un principio con la certeza de que no va a llegarle a su destinatario.
ResponderEliminarTu forma de escribir me conmueve. Mezclas elegancia con maestría.
El resultado es sensacional.
Te sigo!
María
Muchas gracias por tu comentario.En el amor la tristeza y la alegría se confunden de una manera tan confusa que a veces cuesta distiguir si te está haciendo bien querer a una persona, sobre todo cuando el destinatari@ de tus atenciones no se siente inclinado a corresponderte.
ResponderEliminarCon tu permiso me incluyo entre los visitantes asiduos de tu blog. ;))