Prisionero de cada amanecer.
domingo, 26 de diciembre de 2021
domingo, 18 de enero de 2015
Y todo cuanto yo quería se me calló dentro del
alma, ahogándome con sus silencios y mis dudas hasta fragmentarse en
lágrimas sobre la almohada. Las hojas del calendario se volvieron afiladas, y
mis torpes manos perdieron todo el tacto que aún quedaba, empeñadas en sufrir
acariciándolas. Supe por primera vez lo que era el miedo...
Un segundo apenas después, llegó de una forma indeseada el tiempo de las sirenas y las lágrimas. Supe también lo que duele despedirse de una persona amada.
Ahora que ha pasado mucho tiempo ya puedo sentir de nuevo el balsámico efecto del salitre, que condensa mi respiración, antes pesada y que ahora me abraza, llenándome de calma. El crujido de la arena me recuerda que están aún secas y sedientas mis entrañas, vacías mis manos, ciega mi mirada. Y en este palpitar violento, melancolía y primitiva esencia se aúnan para hacerme sabedor de que estoy y estaré siempre a su lado, haciendo que la magia fluya directamente de mi sonrisa a sus ojos, acariciando todo cuanto ha sido para mí en el pasado, aceptando que jamás volveré a acariciarla.
Un segundo apenas después, llegó de una forma indeseada el tiempo de las sirenas y las lágrimas. Supe también lo que duele despedirse de una persona amada.
Ahora que ha pasado mucho tiempo ya puedo sentir de nuevo el balsámico efecto del salitre, que condensa mi respiración, antes pesada y que ahora me abraza, llenándome de calma. El crujido de la arena me recuerda que están aún secas y sedientas mis entrañas, vacías mis manos, ciega mi mirada. Y en este palpitar violento, melancolía y primitiva esencia se aúnan para hacerme sabedor de que estoy y estaré siempre a su lado, haciendo que la magia fluya directamente de mi sonrisa a sus ojos, acariciando todo cuanto ha sido para mí en el pasado, aceptando que jamás volveré a acariciarla.
miércoles, 31 de diciembre de 2014
martes, 30 de diciembre de 2014
El renacer de Penélope
Un
pequeño pájaro inició su canto en los jardines. El pobrecillo parecía
desesperado por atraer a alguna hembra a su territorio. Abrió la ventana para
observarle. Siempre había envidiado la libertad de los pájaros, su aparente
inmunidad a las fronteras, a las limitaciones…
Podía
verle, posado en uno de los árboles frutales de la finca, ajeno al mundo;
preocupado tan solo en entonar su melodía con la perfección de un maestro. Se
trataba de un pequeño petirrojo. Era uno de sus pájaros favoritos y ese en
concreto se atrevería a decir que era el mismo que la despertaba mañana tras
mañana con su alegre trino. Se había pasado toda la primavera cantando,
ilusionado, empujado por su instinto a buscar la compañía de una pareja. Ahora,
al final ya de la temporada aún no había perdido la esperanza; y pese a que ya
iba con retraso (el resto de sus congéneres ya hacía semanas que habían
nidificado y esperaban descendencia) él no cejaba en sus intentos.
Envidió
su determinación, y quizás a causa de su semejanza con ella misma se solidarizó
con él, animándole desde lo más interno de su corazón a que no desistiese en su
firme empeño. No sería justo que tanto esfuerzo se quedase sin recompensa. De
improviso su canto se vio interrumpido. Algo había perturbado a la avecilla,
que cambió sobresaltado de atalaya, saltando inquieto de rama en rama y
observando una silueta que planeaba amenazadora desde las alturas. Penélope
siguió con la vista la dirección de la mirada del pequeño pájaro y pudo ver
suspendida en el aire la figura de un pequeño halcón que se descolgaba desde lo
alto silencioso, amenazador y malintencionado. Sobrevoló los árboles en
círculos perfectos, seguramente en busca de alguna presa de mayor porte que ese
humilde pajarillo que trataba de ponerse a buen recaudo. Cuando el peligro hubo
pasado el valiente pajarillo volvió a henchir el pecho elevando su particular
concierto con la bravura de un león. Para él el peligro había pasado y no podía
demorarse en reiniciar su recital. Un segundo malgastado era un segundo perdido
y las ocasiones no se podían desperdiciar en un mundo tan competitivo.
miércoles, 24 de septiembre de 2014
Otoño. El renacer de la musa.
Mi musa renace en otoño, y se viste de
fría niebla para susurrarme al oído promesas y sueños. Parece haberse recuperado
de su hastío vacacional y como el espíritu libre y caprichoso que siempre ha
demostrado ser, regresa cargada de ímpetu, moviendo mis manos al antojo de su
contoneo lascivo.
Su timidez la aleja de mí en el verano,
abochornada y vencida por la canícula estival, pero a ella siempre le ha
gustado que la acaricie con palabras, aunque a veces no signifiquen
absolutamente nada; y es por ello que siempre regresa, jugando con mis dedos hasta
que los versos que condensan sus aleteos provocan mis risas entrecortadas. Al
acabar el día descansa en mis brazos y se ofrece vencida cuartilla a cuartilla,
aun a sabiendas de que en mi egoísmo intentaré de nuevo hacerla mía para
siempre.
Pese a todo lo que encierra de
egoísta mi manera de actuar, ella no me guarda resentimiento, y se despierta
contenta, haciéndome olvidar la culpabilidad que siempre me provoca haberme
sido infiel conmigo mismo.
lunes, 24 de febrero de 2014
El guardián de mis lágrimas
Imagen tomada de Internet--LAVIOLACION, DEGAS, 1868 |
Y así pasó mi infancia, tristemente deseada,
incapaz de detener unas manos que me amaban.
Y se fue escondiendo la risa en mi ventana,
en las noches estrelladas miles de mis lágrimas.
Y a las horas más oscuras, acudía,
y la bestia que anida en mi sangre despertaba,
y entrando a la fuerza, como el demonio que era,
encontraba vencidos estos huesos que son cárcel y condena.
Recuerdo la inocencia de mis labios mancillada,
el latido acelerado, el vértigo homicida;
y me confieso indefensa y asustada,
porque con trece años soy cadáver de cadáveres.
Tengo fantasmas y demonios tatuados en mis bragas,
mi inocencia ensangrentada a lametazos,
con el miedo durmiendo al lado de mi cama.
¿Por qué no huí, me dicen?
Pues porque aceptas con tristeza tu destino,
porque las cadenas que te atan son de sangre,
y nadie escucha las verdades de una niña
con fantasmas y demonios en sus bragas.
A veces me dá por soñar,
y hasta finjo que duermo cuando sueño
porque he aprendido a vivir sin dormir,
y a soñar solamente cuando duermo.
En esos extraños momentos de demencia,
escondida mi vergüenza entre mis lágrimas
es cuando entiendo al fin la lengua de los fantasmas.
Y me confieso de nuevo, aterrorizada,
harta ya de tanto llanto y de violencia,
porque un padre protege. Un diablo hiere.
Un padre ama, y sus manos… sus manos son espadas,
y por mi pecho se escapa mi yo convertido en nada.
Sus labios no entregan ni reciben besos,
solamente saben robar lágrimas.
¿Quieren que confiese? ¡Pues confieso!
No fue hasta mi tercer aborto.
Tres veces hicieron falta
para descifrar el lenguaje del demonio,
y es que hasta Dios hizo siempre caso omiso a mis llamadas.
Que les cuente mis recuerdos, dicen…
Mis recuerdos solamente saben huir,
odiando la indefensión de mi obligada desnudez.
Que el demonio se apiade de su alma.
(texto presentado a corrección en el Taller Literario de El Cortijo, 25/2/2014)
viernes, 3 de enero de 2014
Bésame...
Bésame, porque para tus labios gozosos será solamente el anticipo de un festín carnal; pero para el resto de ojos que nos observan será el mejor beso que hayan visto jamás. Bésame, y déjate llevar, dejemos a un lado esta maldita educación que nos obliga a ser prudentes. Acércate, y enséñame a vivirte, porque hace años que no sentía esta sed de vivir devorando y siendo devorado.
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