domingo, 18 de enero de 2015







Y todo cuanto yo quería se me calló dentro del alma, ahogándome con sus silencios y mis dudas hasta fragmentarse en lágrimas sobre la almohada. Las hojas del calendario se volvieron afiladas, y mis torpes manos perdieron todo el tacto que aún quedaba, empeñadas en sufrir acariciándolas. Supe por primera vez lo que era el miedo...

 Un segundo apenas después, llegó de una forma indeseada el tiempo de las sirenas y las lágrimas. Supe también lo que duele despedirse de una persona amada.

Ahora que ha pasado mucho tiempo ya puedo sentir de nuevo el balsámico efecto del salitre, que condensa mi respiración, antes pesada y que ahora me abraza, llenándome de calma. El crujido de la arena me recuerda que están aún secas y sedientas mis entrañas, vacías mis manos, ciega mi mirada. Y en este palpitar violento, melancolía y primitiva esencia se aúnan para hacerme sabedor de que estoy  y estaré siempre a su lado, haciendo que la magia fluya directamente de mi sonrisa a sus ojos, acariciando todo cuanto ha sido para mí en el pasado, aceptando que jamás volveré a acariciarla.