martes, 19 de junio de 2012

A la lluz de la mio vida. En homenaje a Nuberu y a los que ya no están.




En recuerdo a la luz de mi vida:

A sus manos firmes, callosas y calladas. Al fulgor de su mirada, al óvalo perfecto de sus labios sobre mi mejilla. A sus despertares cargados de tortos y paciencia, a la leche recién ordeñada y engullida sin tiempo para hervir. A las tardes en las que aprovechábamos la siesta de mi abuelo para escaparnos al río con nuestras varas de avellano y nuestros alfileres torcidos en busca de pescardos. A la dureza de sus primeras lágrimas. Al ardor desesperado de mis últimas lágrimas sin tiempo apenas para despedirla. A su fuerza incomparable, a su mirada; a todo el amor que me dio y que sin duda se le quedó en el alma sin tiempo para darme. A sus respetuosos silencios, a sus caricias inesperadas. Al orgullo que emanaba de sus ojos cuando me miraba. A sus consejos, a sus fábulas, aunque ahora sepa que a veces eran inventadas. Al respeto con el que siempre pronuncio su nombre; porque nunca podré olvidarla.

A sus canas, a su enjuto cuerpo que todo lo llenaba. A tu recuerdo, abuela; porque las estrellas del cielo han ganado con tu marcha...
A tu recuerdo, abuela; porque mis recuerdos están cargados de leña chisporroteando entre fuentes de arroz con leche e historias que siempre me atrapaban; a la chapa de una cocina de carbón tan dilatada como las pupilas con las que yo siempre te escuchaba.

Al olor de la yegua y de las vacas, de la hierba recién cortada. Al hara kiri de mis poros sedientos al bajar de la tenada. A  los pájaros que por desgracia yo maté cuando la vida para mi aun no significaba nada.

Porque Dios te llamó a su lado de una manera discreta y callada, tan discreta y callada como tu  quisiste ser siempre; aunque con tu grandeza habitual sin quererlo todo lo llenabas.