sábado, 19 de mayo de 2012

Un nuevo despertar ilusionado.


 Hoy me has sorprendido observándote de nuevo, y has sonreido relajada. Has descubierto a mi alma asomándose  al bruñido y torpe lienzo de tu despertar inquieto, desperezándonos en silencio mientras los ojos se hablan con violencia; salvando la distancia cautelosa entre mi sempiterna prudencia y la generosidad de tu cuerpo siempre hambriento. Es un nuevo amanecer, y con él un nuevo reto. Generosa y aún somnolienta has posado con delicadeza en mi mejilla un madrugador beso. Me has pillado por sorpresa. No diré jamás que tus caricias son fingidas, porque siempre han sido tan tuyas como mías, pero no me esperaba un despertar tan generoso.
Cercando el oscuro círculo de fuego de tus ojos perezosos envolveré mis recuerdos de cenizas, venciendo una vez más este cruento despertar en el que cada uno de nuestros cansados huesos amenazan romperse entre gemidos satisfechos. Asaltaré la soledad de tu pelvis hirviente con los fugaces reflejos de la luna empañando tus pestañas de un aura luminosa y favorecedora, y desnudos proclamaremos a los cuatro vientos que hemos dado vida de nuevo a un amor que ambos creíamos dormido, y ese amor inclemente y posesivo se quedará desprotegido, y el que antaño fuera errático y vagabundo se volverá comprensivo y tierno; porque por primera vez en su vida será libre; y al no tener dueño perderá el miedo a amar y ser amado, fundiendo tu reflejo y el mío en un mismo claro y brillante espejo, prescindiendo de toda palabra innecesaria en cada amanecer, porque las caricias que se dan con los ojos son las que verdaderamente importan, porque salen directamente del alma.