lunes, 14 de enero de 2013

El ladrón de almas







Hoy  he salido a cazar almas. Comenzó siendo una especie de pasatiempo para mí; pero con el paso de los siglos acabó convirtiéndose en una trágica necesidad; y es que cuando la única manera de sobrevivir es amar entre alaridos nadie podría ser un amante mas experimentado que yo. Bebo de tu vida, y la noche oscura me alimenta. El gozo incomparable de sentir mi vacío mezclándose con tu sangre convierte mis orgías en verdaderos festines, sorprendiéndome cada amanecer bailando al compás de tus latidos, con mis arterias colapsadas elevando hacia el infierno su satánico ronquido. Eres mía; y yo soy tu dueño. Me apropio de tu alma noche tras noche mientras tú me observas adormecida y sin sorpresa, suplicando que un nuevo delirio tenga comienzo.
Todo comienza sutilmente, con mi dedo acariciando tu vestido a la altura de tu vientre, con tu respiración entrecortada suplicando sin palabras que descienda con mi lengua lentamente hasta lamerte el ombligo, rasgando tu vestido como si nada ya importase aparte de ti y de mí; y esta noche que promete sexo y desenfreno.
 En tu placer reside acomodado todo mi poder, y se despereza al presentir la llegada de una oleada de lúbrico calor. Todo nuestro mundo se estremece mientras en lo más profundo de mi interior algo crece convirtiendo tu cuerpo en mi posada. Ambos hemos perdido la conciencia, y nos dejamos llevar por el delirante vaivén de unos cuerpos que han perdido por completo el dominio sobre sí mismos, empeñados en chupar, morder, besar…
 Yo no tengo vida si no es a través de ti; y eso hace que tú, lejos de sentirte mi esclava te muestres insumisa e insaciable, sedientamente hambrienta de cada una de mis vigorosas embestidas. Latido a latido el sudor irá apagando el encendido fuego en el que flotan en caótico desorden manos y piernas en posiciones antinaturales; y la furia de un nuevo amanecer luchará contra el encubridor vaho, ansioso de ser testigo de una de nuestras escapadas a este delirante abismo del sexo consentido y sin sentido. 
La luz de un nuevo día arrancará de mis pezones brillos de apagada condescendencia, y los anillos que hasta entonces sostenían la ingravidez de mi letargo volverán a empujar mi cuerpo hacia la tierra. Tierra llena de cagadas de palomas y de bestias. Tierra sin consagrar, sucia, llena de inmundicias.
 Cerrando la puerta sellaré con mi saliva un nuevo pacto de silencio. Su marido está a punto de llegar.